En plena guerra, en plena dictadura se le van a Putin todos los artistas colaboradores con el régimen a una fiesta invitados por la estrella televisiva Ivleieva con dress code “lo menos vestido posible”. Gran fiesta, todo eran espectaculares tetas, pechos tatuados, culos y entrepiernas desnudas. Alguno apareció con un calcetín como única vestimenta, tapándole el rabo.
Cuando se están llevando al frente ucraniano, a no volver, no solo ya a tropa y presos sino también a chicos bien de provincias, el alarde erótico festivo le ha sentado a cuerno a Putin. La moral puritana de la guerra heroica ha saltado por los aires.
Pero castigarlos es difícil. Todos los rockeros, cañonazos de señoras, modelos de vértigo y demás tienen fotos con Putin poniéndoles una medalla. Mandar al gulag en el Polo Norte a Navalny es fácil. Mandar a la cantante que has besado diciendo que es una de las rusas más guapas y más patriotas, no tanto.
Todos hacen quinielas a ver quiénes son cabeza de turco. Es un miedo difuso que recuerda a Moscú 1938.
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[2024-01-04 14:23 UTC]