RT by @anapalacio: Es curioso cómo en la infancia, cuando los niños están más abiertos a sorprenderse y fascinarse con la realidad que los rodea, los adultos les proporcionamos múltiples y variados escenarios de ficción para que se sorprendan y fascinen. En vez de comprarles regalos y dárselos en mano, añadiendo a la ilusión de recibirlos la evidencia de nuestra esforzada y exclusiva incumbencia, delegamos en unos seres mágicos, ajenos y lejanos, el mérito de buscar y haber conseguido su alegría. Nos convertimos, por voluntad propia, en espectadores de una obra de teatro que hemos escrito pero en la que no participamos, gozando en la sombra de los aplausos dirigidos a unos actores invisibles pero más presentes que nosotros. Nos vale así. Nos vale la fantasía de ese mundo que no existe y que en nuestro fuero interno quizá consideremos mejor que el real.
Cuando los niños llegan a la adolescencia y aparecen las primeras sospechas de la ausencia de magia (pronto corroboradas por nuestra imposibilidad de perfeccionar más el atrezzo y alargar durante más tiempo la farsa), adviene el choque, la desilusión, el weberiano desencantamiento del mundo. La religión de esa vida mejor, de ese mundo intangible que apenas se ve y que no deja otra mancha que los restos del aperitivo preparado a los forasteros, se muestra entonces en su ordinaria forma terrenal, hecha de dinero, manchas de rotulador y restos de adhesivo... Ah, y de amor también, de ese amor indescriptible, insustituible e infinito de unos reyes cuyo desenmascaramiento desvela a quienes ya empiezan a ser adultos la mayor magia de todas: que los reyes siempre fueron y siempre serán los padres.
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[2024-01-06 09:50 UTC]